Quaxólotl, "Corona de perro", atavío de un Tlacaltécatl.
Uno de los personajes que acompañó a Cuauhtémoc en la
defensa de Tenochtitlan y presenció su ejecución en un árbol de pochote en el
actual Campeche, fue Temilotzin. Tacaltécatl Temilotzin: su rango militar era
el de “Comandante de hombres (Tlacaltécatl)” y su nombre, Temilotl, quiere
decir “columna o puntal”. Y lo fue en carácter y apoyo a sus amigos. Hasta el
final resistió sobre sus hombros la carga de la ambición y la traición. Antes
que traicionar su nombre y permitir que sus hombros se humillaran bajo el yugo
de la servidumbre, se decidió por el suicidio.
Mucho antes de estos tristes acontecimientos
forjó cantos y el único que llegó hasta nosotros es un poema sobre la
fraternidad, traducido por Miguel León Portilla y Rubén Bonifaz Nuño. Bonifaz conocía
el poema desde años antes de la aparición de Trece poetas del mundo azteca, y escribió un poema que se apoya en
el de Temilotzin. El poema Tigre la sed,
en llamas, me despierta… se despoja
de la contaminación frailesca (de censores y frailes) y nos muestra el
verdadero sentido de la fraternidad: “… la poesía como la condición que permite
realizar la comunidad entre los seres humanos; esto es, la concurrencia que se
extiende hacia la única salvación alcansadiza […] Es como si [el poeta] dijera:
si es verdad que la vida es breve y triste e insegura, también lo es que los
cantos encierran la virtud de establecer la reunión fraternal”.[1]
RBN ha sido el
único que ha expresado abiertamente su desconfianza hacia la “poesía náhuatl”.
Esto le ha traído una velada repulsa y enemistades, pero quién cómo él para
decirlo con conocimiento de causa. Dice RBN:
<<En el calmécatl se
enseñaban las hazañas de los grandes señores, y en la poesía náhuatl --la que
se llama poesía náhuatl-- no hay nada que recuerde siquiera a los grandes
señores. Todo se reduce a decir que el
mundo es triste, que el mundo es un valle de lágrimas y que aquí tenemos
que salvarnos por la belleza, por la “flor y el canto”. Imagínate si una
filosofía esteticista hubiera podido crear un pueblo conquistador. Imposible.
Por eso he llegado a pensar que no hay tal poesía náhuatl. Que es poesía
colonial escrita principalmente por los frailes>>.
TEMILOTZIN
ICUIC
Ye ni
hualla, antocnihuan in:
noconcozcazoya,
nictzinitzcamana,
nictlauhquecholihuimolohua,
nicteocuitla
icuiya,
niquetzalhuixtoilpiz
in
icniuhyotli.
Nic cuicalacatzoa
cohuayotli.
In
tecpan niquixtiz,
an ya
tonmochin,
quin
icuac tonmochin in otiyaque ye Mictlan.
In yuh
ca zan tictlanehuico.
Ye on ya
nihualla,
ye on
ninoquetza,
cuica
nonpictihuiz,
cuica
nonquixtihuiz,
antocnihuan.
Nech
hualihua teotl,
Nehua ni
xochihuatzin.
Nehua ni
Temilotzin,
nehua ye
nonteicniuhtiaco nican.
(Miguel
León Portilla, Trece poetas del mundo
azteca).
POEMA DE
TEMILOTZIN (Traducción)
con
collares ciño,
con
plumajes de tzinitzcan doy cimiento,
con
plumas de guacamaya rodeo,
pinto
con los colores del oro,
con
trepidantes plumas de quetzal enlazo
al
conjunto de los amigos.
Con
cantos circundo a la comunidad.
La haré
entrar al palacio,
allí
todos nosotros estaremos,
hasta
que nos hayamos ido a la región de los muertos.
Así nos
habremos dado en préstamo los unos a los otros.
Ya he
venido,
me pongo
de pie,
forjaré
cantos,
haré que
los cantos broten,
para
vosotros, amigos nuestros.
Soy
enviado de Dios,
soy
poseedor de las flores,
yo soy
Temilotzin,
he venido
a hacer amigos aquí.
Tlcaltécatl Temilotzin
TIGRE LA
SED, EN LLAMAS, ME DESPIERTA…
Tigre la
sed, en llamas, me despierta;
hambre mi corazón. Y el rostro
de las cosas me observa; el medio rostro
de lo que va naciendo: mi morada.
El naciente en la noche,
el rostro para el día de mi rostro.
hambre mi corazón. Y el rostro
de las cosas me observa; el medio rostro
de lo que va naciendo: mi morada.
El naciente en la noche,
el rostro para el día de mi rostro.
Rojo contra mis huesos, con el número
de pasos ya contado.
Privado ya de tiempo desde ahora.
Se dice aquí, se afirma, aquí se habla,
aquí se duerme en compañía;
ni un paso más allá me pertenece.
Y desato mi lengua, y mis orejas
abro, y aclaro el quicial de mis ojos,
y el nombre que ensayaron mis abuelos
recuerdo, y recompongo
mi linaje de voces más lejano.
Nube de humo en mi cabeza,
ánimas torturadas, divisoria
culebra, hielo de la espada;
lazo de mis palabras por la calle.
Aquí te nombro hermano, como esposa
te adorno aquí, como a mi madre
y mi padre te llamo, te preservo
como ciudad rendida en la abundancia.
Sólo mientras vivimos merecemos,
sólo
mientras estamos, mientras somos,
al menos, alguien que ha nacido.
Y logramos, mirándonos,
el portal de entrar juntos, y la puerta
de la casa que hacemos perdurable.
Y la llave.
al menos, alguien que ha nacido.
Y logramos, mirándonos,
el portal de entrar juntos, y la puerta
de la casa que hacemos perdurable.
Y la llave.
No hablaba todavía, y lo que pido
estaba ya en tu mano.
Toda mi gloria en esta llave tuya
que lleva a tu presencia; todo
mi deleite, ceñirte en lo que nombro;
a tu fe convertido, y conciliado
en lo que acaso es verdadero.
Aquí tan solamente, y un instante.
Ya sin poder cambiarse, ya tendida
quedó mi raya, desde el alba
en que vengo a ser hombre.
Un instante no más para encontrarte.
(Rubén
Bonifaz Nuño, Fuego de pobres).
Nobles y guerreros de alto rango transportan el bulto funerario de un Tlatoani
[1] Rubén Bonifaz Nuño, El destino
del canto. Discurso. Agustín Yánez “Contestación”, UNAM, México, 1963,
pp.27, 30-31.