PRESENTACIÓN

"--¿Cuál es la función del poeta en cualquier sociedad, Rubén?
--Es un poco como… como un ropavejero desprestigiado. Qué es lo que hace el poeta: de repente en un día de mal humor, o de buen humor, se pone junto a su máquina de escribir y dice lo que le pasa. Y cuál es su esperanza: que eso mismo le pueda pasar a los demás. Entonces, lo que está haciendo es crear un conjunto de harapos para que los pobres puedan ponérselos alguna vez y sentirse un poco menos pobres. Eso podría decir".

Rubén Bonifaz Nuño.



miércoles, 1 de agosto de 2012

CUADERNO DE AGOSTO


RBN en 1954, a sus 31 años

En 1954, Rubén Bonifaz Nuño escribió una serie de ocho poemas que tituló Cuaderno de agosto. Y agosto es el octavo mes de un recorrido de lucha oprobiosa por vivir la propia vida. Estamos aquí y parece que todos nuestros actos suceden en estados alterados de conciencia. En el insomnio que prolonga las incertidumbres. En el sueño donde nos vemos hacer cosas que no queremos. En la ebriedad que nos convierte en lo que odiamos. En el dolor que nos hace insoportable el cuerpo.  En el deseo que nos hace repugnar la belleza. Pese a todo estamos como está el mar inmenso e ignorante de la vida que bulle en su interior.



Cuaderno de agosto

I

Imagino cómo será tu mano

cerca de una espina, en el contorno

de un tallo, debajo de un nudo abierto

de pétalos mansos. Lenta y morena,

suave de torpeza tímida.



                        Un ángel

aterrado sientes a tus espaldas:

toda la locura, todo el insomnio,

la gozada angustia de andar dormida.



Tú y la rosa; el alba que cortaste

con el miedo oscuro de no estar sola.



2



Esto es lo que puedes hacer: dejarte

conducir, cerrar los ojos.



                     Callando,

inmóvil, acaso puedas decirte,

en voz muy baja,

que eres; que tienes hombros

para soportar lo intolerable.



Algo nos mantiene atados, nos lleva;

nos enseña todo lo que somos:

habla en nuestra boca, con nuestros pasos

nos traslada, besa con nuestra boca.

y detrás estamos nosotros mismos

llenos de un terror que no entendemos.



Así por las noches he sentido

llegar los fantasmas, en un soplo

que come los ojos tristes del sueño.

He sido la copa del miedo. A oscuras

me probaron siempre lo inútil

de las oraciones y las sábanas.



Y he gritado ciegamente, he gritado

para despertar estando despierto.



3



Se exprimen, se pisan las uvas, dejan

escurrir un río trémulo y claro.



Y un demonio verde se instala

detrás de la piel; algo que nace

habla, se retuerce, canta, golpea

y acaba llorando a gritos.

Mi cuerpo no es más que una casa inútil

llena con un huésped que no deseo.



La espuma fermenta y hierve, se aclara,

y un vaho punzante de azúcar vieja

trastorna los ojos, la voz, el vientre.



y no hay más remedio que dormirse

absolutamente borracho,

con un gozo análogo al que anuncia

las enfermedades y los otoños

y el amor amargo que nos invade.



4



La llaga. La llaga. La llaga.

Piel, sudor y pelo pegados.

Y todo se queda trunco: el camino,

la carrera, el viento. De pronto llega

un instante mudo.

                  El viento.

Y un olor de sal mojada y caliente

se aprieta con furia en las narices.







Y la perseguida bestia se encoge

y mira temblando un cerco de dientes

y manos y perros sangrientos

y la inconmovible forma densa

de un círculo de hombres a caballo.



Abriéndose, vuela un grito afilado

de mujer. Los árboles son trompos.

Todo en lumbre, ardiendo.

                           Un cuchillo

como una paloma clara en el aire.





5



Como si tuviera la boca llena

de cobre, y los ojos ensangrentados;

cubierto de pájaros rojos,

de plumas ardientes, de irremediables

alas que no vuelan y que duelen.

En la sangre impura, la fiebre

con santo misterio se construye:

como en un panal absurdo, habitado

de abejas y moscas al mismo tiempo.



Camino por bosques blandos, confusos

como las plegarias de un loco; he visto

cuellos estirados, ojos dulces

debajo de enormes párpados, huellas

encima de cálidas semillas.



Pensaba en los patios abiertos,

y en agua de fuentes y en granadas.



6



Hacer un poema de amor: hablarte

como si estrechara tu cuerpo

con un cinturón de llamas quietas.



(Es posible, acaso, que se logre

una relación segura y tranquila

como el solo gesto de un saludo.



Algo más que tú y que yo; o simplemente

nosotros —los mismos— con otros ojos

nuevos, con distintos brazos,

seremos capaces de admitirlo.)



Las palabras saben hacer extraños

juegos. Ellas solas dicen. Nosotros

somos la guitarra que alguien toca.



Cuando yo te digo: “te amo”, es cierto

que te amo.

Pero no es verdad que yo te lo digo.



7



Siento que es injusto; que por nada

merecemos esto que nos sucede.



Si tan sólo un cambio en el año, sólo

unos cuantos grados de fiebre, un paso

del amor, un trago solo de vino,

una pesadilla, nos acosan,

nos conducen. Sordos estamos, ciegos.



Así nos sabemos: manejados

quién sabe por quién y desde dónde.



Si hasta en lo más simple, en el instante

de asir una rosa y cortarla, hay algo

que interviene, hay algo que ocupa

nuestro sitio, y hace lo que nosotros

jamás nos hubiéramos propuesto.



Díme, si lo sabes: ¿era tuyo

el dolor que usaba tu cara triste

en aquel retrato? Diez y siete

años me dijiste que tenías.



8



Que llegue la vida. Que consigamos

ver. Que la mirada inerme se tienda

sobre algún lugar a solas

poblado de imágenes familiares.

y algo nos devuelva impensadamente

todas nuestras cosas perdidas.

Como en un ropero viejo, o en una

roca sobre el mar, o en un aroma,

encontrar un rostro olvidado

y reconocerlo. Y es el nuestro.



Dentro de la palma de una mano

acontecen muchas cosas sombrías.

Todos hemos visto una tarde,

por ejemplo; oímos que se deshace

una rosa; estamos atentos.

Pero todo un mundo de experiencias

transcurre pausadamente en nosotros:

respiramos, vemos,

comemos, sufrimos a veces,

y nada nos queda, y hemos pasado.

No es bueno saber que morimos.



Sin embargo el mar existe, los muertos,

las despedazadas olas roncas.

Tal vez se levante en alguna parte

el mar que veremos algún día.



RBN, 1954.

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