Este combate pasó a la historia como una gran hazaña, épica y militar de Cortés. Pero lo único épico fue la retirada de los escuadrones mexicas. El Cihuacóatl portaba el estandarte: símbolo de máximo poder en la batalla. Enorme importancia debía tener esta batalla para los mexicanos, y ser así comandada por el mismísimo Cihuacóatl. En él residía la máxima autoridad del poder judicial, sustituto del Tlatoani cuando se ausentaba de la ciudad. Era uno de los electores de un nuevo Tlatoani. Instrumento sacerdotal para que mantuviera en sus manos parte del poder público.
En fin, en la concepción ritual de la guerra que en mesoamérica se tenía, verlo y saberlo caído era signo inevitable de derrota. Embestido por la cabalgadura de Cortés, cae y Juan de Salamanca se apea y lo remata en el suelo. Le arrebata el estandarte y lo entrega a Cortés. Como consecuencia lógica el ejercito mexica se desbanda. La hazaña no fue militar sino política (marrullera, diría yo).
Matlatzincátzin ataviado de Yaocélotl (Guerrero Tigre) a punto de ser embestido
Y aquí este poema de Rubén Bonifaz Nuño que, en el terror de la pesadilla, trasmite el fragor de una batalla ritual:
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¿Fue el penacho del grito, fue la hoja
cabelluda del grito, fue el ahogo?
¿El tránsito del cuerpo en el mentido
corredor de un espejo —ya de espaldas,
ya caminando dentro del espejo?
Una hiedra de oro se torcía
por la garganta; goma espesa
pegaba lengua y paladar. Y abriéndose,
la cisterna barbada, su salobre
pulpa líquida y verde, bebedora
del corazón latiente.
Éramos lo que somos. Carne viva;
ceguera y carne en sueños.
Tan sólo ceguedad inseminada
con escamas de lumbre; solamente
despellejada carne.
Incisión en el orden, fruto
que sangra, herida caminante,
patria bajo bandera de preguntas.
Y de súbito, y clara, la gozosa
carga sensual del alma, santamente
contaminada en sí; guerra florida;
enmascarada muerte nuestra
en la fiesta lustral, fingiendo
amistad y presencia de la vida.
Subida del amor bajo el atado
leño flotante, dócil al empuje
vertical y hacia arriba, y al colmillo
del anda que lo liga, al encorvado
diente asido en el fondo.
Ahora y en sosiego, la llovida
claridad en la arena, el varadero
tras el viaje sonámbulo, el camino
para encontrarse nuevamente.
Territorio impecable, la mañana
para poder hablar. Vaso de orgullo.
Alzado en armas prodigiosas,
por todas partes combatiendo, el día
bello y valiente. Sol de lianas
presente y primitivo
como la luz ecuestre del lagarto
en la roca de espuma, como el vientre
del fuego original, como naciendo.
De el libro Fuego de pobres.
Pelea ritual de tigres en Guerrero. La sangre que la tierra absorbe, es como la lluvia que vendrá.