La forma de lamentarse de
los pueblos indígenas es muy parecida en todo el continente americano. Es un
decir llorando. No llorar por llorar sino verter en los lamentos el
trastornamiento del porvenir: es nombrar todo lo que se muere y se va pudriendo
más rápido que el cadáver. En ocasiones parecen reproches al muerto. Es necesario
decirle todo lo que con su muerte se aniquila.
En diciembre de 1997, cuando
se realizó la matanza de Acteal y escuché el lloro de los deudos de los
masacrados, vino de inmediato a mi mente la novela de Jorge Icaza: Huasipungo. Me sorprendió la viveza
literaria con que Icaza recreó el llanto de los indios quechuas:
“Desde que llegaron
el tambor y el pingullo se llenó la vivienda mal alumbrada y hedionda con los
golpes monótonos y desesperantes de los sanjuanitos. Andrés, miembro más íntimo
de Cunshi, miembro más íntimo para exaltar el duelo y llorar la pena, se colocó
maquinalmente a los pies del cadáver envuelto en una sucia bayeta negra, y
acurrucándose bajo el poncho soltó, al compás de la música, toda la asfixiante
amargura que llenaba su pecho. Entre fluir de mocos y de lágrimas cayeron las
palabras:
-Ay Cunshi, sha.
-Ay bonitica, sha.
-¿Quién ha de cuidar, pes, puerquitus?
-Pur qué te vais sin shevar cuicitu.
-Ay Cunshi, sha.
-Ay bonitica, sha.
-Soliticu dejándome, nu.
-¿Quién ha de sembrar, pes, en
huasipungo?
-¿Quién ha de cuidar, pes, al guagua?
-Guagua soliticu. Ayayay... Ayayay...
-Vamus cuger hierbita para cuy.
-Vamus cuger leñita en munte.
-Vamus cainar en río para lavar patas.
-Ay Cunshi, sha.
-Ay bonitica. sha.
-¿Quién ha de ver, pes, si gashinita
está con güeybo?
-¿Quién ha de calentar, pes, mazamurra?
-¿Quién ha de prender, pes, fogún, en
noche fría?
-Ay Cunshi, sha.
-Ay bonitica, sha.
-Pur qué dejándome soliticu.
-Guagua tan shorandu está.
-Ashcu tan shorandu está.
-Huaira tan shorandu está.
-Sembradu de maicitu tan quejandu
está.
-Monte tan oscuro, oscuro está.
-Río tanshoravdu está.
-Ay Cunshi, sha.
-Ay bonitica, sha.
-Ya no teniendu taiticu Andrés, ni
maicitu, ni mishoquitu, ni zambitu.
-Nada, pes, porque ya nu has de
sembrar vus.
-Porque ya nu has de cuidar vus.
-Porque ya nu has de calentar vus.
-Ay Cunshi, sha.
-Ay bonitica, sha.
-Cuando hambre tan cun quien para
shorar.
-Cuando dolur tan cun quien para
quejar.
-Cuando trabajo tan cun quien para
sudar.
-Ay Cunshi, sha.
-Ay bonitica, sha.
-Donde quiera conseguir para darte
postura nueva.
-Anuca de bayeta.
-Rebozu coloradu.
-Tapushina blanca.
-¿Pur qué te vais sin despedir? Comu
ashcu sin dueño.
-Otrus añus que vengan tan, guañucta
hemus de cumer.
-Este año ca, Taita Diositu castigandu.
-Muriendu de hambre estabas, pes. Peru cashadu, cashadu.
-Ay Cunshi sha.
-Ay bonitica, sha.
Secos los labios,
ardientes los ojos, anudada la garganta, rota el alma, el indio siguió gritando
al ritmo de la música las excelencias de su mujer, los pequeños deseos siempre
truncos, sus virtudes silenciosas. Ante sus gentes podía decir todo…”.
Llanto ancestral de los
pueblos originarios que durante milenios se ha escuchado en este continente y
su suelo sigue absorbiendo. Escuchémoslo. Es formidable. En su reconocimiento vive la urgencia
de no olvidar el despojo, la esclavitud, el genocidio, la violación y el oprobio
que sigue oprimiendo a los indígenas. Conciencia del ser originario y de saber
que en esa herencia radica nuestra fuerza e impulso de descolonización.